El sol brilla sobre
el mar, pero mis
sentidos vuelven a
desarmar toda intención
de poder cantar.
Convertí el día en
noche y observé con
calma aquellos vestigios
que la luz me dejó.
Un vaso de agua me
acompaña, una gota
separa todo lo vivido
de la mañana.
En el momento en que la
luz atravesó la húmeda;
un prisma tomó su lugar
y separó la vida en aquellos
colores que intentan amarrarme
a una camilla.
Estoy inmateriado.
Estoy inanimado.
Estoy...no estoy.
Las montañas aparecen al frente
y la gente se encarga de copar
mi mente.
Gracias a su presencia,
yo fortalezco mi ausencia.
Sus colores cruzan todos los
olores y este andar comienza
a tener una razón para estar.
El prisma guarda la fórmula escondida
y esos tintes que han sido refractados,
poderosamente manipulan mi estado.
Por el espejo de una noche yo sigo
caminando,
sigo errando.
Las luces son un reflejo no
proyectado de un lugar que cree
estar terminado.
Por fin salió la luna,
no tengo prisa alguna.
Dejé aquella ilusión colgando
de un balcón.
Un chispazo de razón invadió el
cajón y todo ese resplandor purificó
el rincón.
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