Corrí por el espacio
y, muy despacio,
llamé a la puerta de Gervasio.
Aquella jamás se abrió;
El viejo y andrajoso ermitaño
no tenía el mismo humor de antaño.
Más de alguna vez
compartí una taza de café,
pero a medida que avancé...
fui perdiendo mi fe.
No sé qué fue...
La única idea que logré
esclarecer de este profundo
atardecer fue la oscuridad
que me tortura sin piedad en
esta eternidad que parece no
terminar.
Luego de este loco momento,
volví a tocar de nuevo y
entonces escuché un estruendo.
Una voz seguía repitiendo que
este no era mi momento.
Forcé la cerradura con
dura ternura y cuando
la noche ya estaba oscura,
vi aquella figura que no olvida
su tortura.
Andrajoso y desteñido,
vi morir a un viejo
que en su vida
nunca ha tenido
ese dolor que tanto había
temido.
1 comentario:
admirable
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