Ayer te ví... y te
envidio como el demonio
a Dios.
Porque tu estás completa
y yo tengo que esforzarme
por olvidarla.
Por despertar todos los días
de esta corta vida pensando
que va a ser una mañana mejor
que la anterior.
Porque cuando tus ojos lloran,
tienes a alguien a tu lado para
secarlos suavemente.
No puedo creer que yo esté aquí
todavía, vagando por un valle que
no merezco ver y esperando por un
futuro que no sabe cuando aparecer.
Y por sobre todo, la razón de este permanente
desenfreno es no entender como es que te las
arreglaste... y esperaste.
Guardaste toda esa pasión y la consumiste en una
larga canción. Yo, en cambio; sigo aquí, maldiciendo
a mi suerte y sin querer ver lo que muestra mi mente.
En mí no existe la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario