Hay una luz tenue
que alumbra la recámara.
Ese olor a humedad empapa
una a una las murallas.
Las sombras bailan cerca de la
lámpara.
Un pensamiento de caderas se apodera
de la cama.
Un fuego sube hasta la garganta, un par
de vueltas son suficientes para enredar
las sábanas.
Una piel transparente con ribetes prominentes
se movía suavemente al son de una melodía creada
por una mente ausente.
Dos amigas se elevaban por sobre el ombligo, tan
entrañables son, que al bailar no hay pasos que juntas
no puedan dar.
El sol aparece mientras la imagen desnuda se desvanece.
Momento cuando los ojos se abren y la mañana parte los
versos de la mente.
Las pupilas se contraen.
Los rayos entran y justo cuando más querían soñarte,
te esfumaste.
La nebulosa del día alcanza todos los rincones en los que
estuvo aquella fantasía de curvas prominentes.
Ya no es necesaria la lámpara y las cortinas se deslizan
para apreciar el día que ya camina.
Era el primer día de Septiembre,
nueve meses y no aparece ese vientre
que hará que despierte de un letargo que me tiene indiferente.
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