ACCIÓN (PARTE I):
Sonidos propagados por el espacio.
El eco de una voz inunda la inmensidad.
El eterno ritmo del infinito cala hondo.
Las plantas viajan a la velocidad de la luz y
el hombre sigue el eterno sendero, ese que se
rompe a medida que avanzamos.
¿Quién se robó el sol?
¿A dónde fue a parar ese calor que antaño
propagamos con tanto fervor?
La alianza se pudre y el cuerpo va perdiendo
ganas de volar.
¡Y esa sed impaciente jamás logró saciarse!
Ah, nunca bebió de esa copa.
Como raza me desligo, me aparto y trato
de esconderme en un lugar que se le hace
muy fácil encontrar. No tengo lugar donde
descansar, porque él no descansa.
Mi vida he vaciado y con un estornudo intento,
pero la presión es insoportable.
Por más que quiera, no puedo olvidarte.
Sin tí, ¿Cómo vamos a continuar?
Sin tí, no hay eco.
Sin tí, mi música se queda sin tocar,
sin escuchar.
REACCIÓN (PARTE II):
Desde mi sordera te escucho decir:
Esa sensación de extraña meditación,
de extrañeza en tí mismo, todo este tiempo he
sido yo.
Yo soy aquel lacrimógeno vacío en tí.
Soy yo.
Sí, aquel que te hace sentir lleno.
En esas lágrimas de preguntas sin respuestas,
estoy.
En los momentos de sonrisas, de emoción;
Aunque no lo notes, ahí sigo.
Y ahora en este vacío que estas sintiendo
aparezco para decirte que no pasa un día
sin que piense en tí, porque te conozco estoy
contigo hasta el fin de los tiempos y más allá.
Solamente aparecí para saludarte y para
recordarte que tú...
Jamás me olvidaste.
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