La noche es fría, la habitación
está oscura y yo, recostado en un
rincón.
Agonizando, a tí te estoy hipnotizando.
Crucé los bordes de la ciencia y con paciencia
espero entre sombras y luces.
Tengo sed.
Desde la esquina veo un espejo,
pero no hay reflejo.
Despertaste, algo no va bien.
Entonces en las sombras te escudaste y
con el tiempo entiendes que fallaste.
Tu presión aumenta y yo...la siento.
Siento tus venas latir.
Tu corazón palpitar.
Tu sangre correr.
Necesito beber, solo un poco de dolor,
nada más que un grito de pavor, aguanta
por favor para así poder saciarme de tanto
fervor.
Mi respiración se altera cada vez que ella suspira y
volar, no ayuda a olvidar.
Sed.
Los vientos soplaron por la ventana y
la luz se hizo, no hay donde esconderse, el mundo
quedó atrás. Somos tú y yo.
Ojos turnios, piel pálida como la nieve,
inspiro una mentirosa frialdad.
Hipnosis mutua, el mundo se me hace cada
vez más pequeño y esta sed que siento me
está consumiendo.
Ven...
He aquí de nuevo, envuelto en sombras
repentinamente.
Los vientos soplaron por la ventana y
la luz se hizo.
Mi mundo giró y yo...me vi completamente
absorbido. Ahora sus colmillos son parte de
mi. Voy desapareciendo, el horizonte se vuelve
profundamente rojo y los ecos de su voz
retumban en mis oídos,
solo una mordida.
Mis sombras fueron sus luces.
La noche su guarida, el
miedo su aliado y mi sed su mayor
fortaleza.
Sus colmillos fueron mi estaca,
sus venas mi debilidad,
su corazón mi tumba y su
alma fue el pálido reflejo de un ser
errante entre la vida y la muerte.
Alguien solía llamarme Vlad.
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