domingo, 18 de julio de 2010

FOTOGRAFÍA (con Mujer Invernal Bastaba)

A continuación plasmaré en este pedazo de hoja la revelación
más potente que ha tenido mi ser desde tiempos memoriales e
inconmensurables:

Mi vida buscaba una clase de ente, un alma...otra alma.
Me dediqué a encontrar algo irrealmente real y
para sorpresa de mi vista,
ahí yacía.
La ví en un pequeño momento, cuando el tiempo
procede a detenerse como
por arte de magia.
Inmóvil, sonriente, dispuesta
a que fuese observada en toda su magnitud.

Sus cabellos eran un millar de navajas
dispuestas a cortar y su tono medio
dorado, sin dudas, lo hurtó del mismo sol sin tener que esforzarse.

Bajando despacio encontré el regalo de las rosas;
las que esperaron el momento
preciso para dejar caer suavemente unos maravillosos tintes en sus mejillas,
desde mi dolor, se veían suaves como la seda y
dignas de ser almacenadas en el tiempo.

Al momento de llegar a sus labios,
creo que sufrí una parálisis atemporal que dejó mi vista
turnia frente a aquel movimiento sublime y sutil que
despertó una belleza pura, divina.

En el instante que quise seguir bajando...
arribé a la expresión máxima de cariño, sus manos.
No vi nada especial en aquellas, pero tuve la certeza que
al sostenerlas por fin podría sentirme libre...libremente aturdido.

Como la vida me ha enseñado.
Son...un par de esferas de cristal en donde
el soplo de Dios se detuvo.
El sol se atrevió a mirarlos una vez en que
el tiempo se fusionó con el momento,
atesorando en ellos, la esencia del Creador.
Ventanas del edén.

Ahora te pido;
Dale el sabor con tus labios,
la luz con tus cabellos y el amor
que yo necesito cuando miro a tus ojos.

Se hace tarde en la plaza y
ya es hora de salir de esta burbuja, sin antes
agradecer por la tranquilidad del momento en que
vino a mi memoria una mujer que algún día espero
conocer.