Por esas raras cosas de la vida,
hoy necesité escribir. Me había olvidado
por completo lo que se sentía.
Pude pintar mariposas,
crear mis sentimientos y
modificar mi pasado.
Ah, que nutridos son estos
innumerables sueños que tengo
y que percibo.
La otra noche los fantasmas
aparecieron mientras contaba
mi centésima oveja. Fueron
más fuertes que yo y en cuanto
el tiempo logró alinearse perfectamente
con esta sensación de algo, mis mejillas se
humedecieron y aquellas gotas rodaron libremente
por mi rostro sin parar, por un rato.
Aquella noche el dolor quedó encerrado en mi pecho y
ni una de esas gotas derramadas pudo abrir aquella puerta
infranqueable, tuve que llevarlo.
Una y otra vez trato de hacer encajar las piezas de este rompecabezas,
pero por más que intento modificar las piezas, más me convenso que
son los movimientos correctos.
Hay alguien...
Una clase de luz llegó a mi pensar, opaca y
agridulce, sin embargo sus poderosos rayos
me hicieron comprender la situación casi completamente y es
que con esta cosa ruda y fría no puedes luchar.
He agotado todas mis ideas y no sé que más hacer, porque
haga lo que haga tú no estarás aquí conmigo.
Terminado esto hice silencio y mis ojos se volvieron
desierto.